Kanina

¿Qué se esconde detrás de una tía que avanza con el hocico levantado, olfateando el camino y saludando a cada perro que se le cruza? Arturo, su sobrino, es el único que lo descubre y puede contarlo. Por eso, solo él puede salir en ayuda de su tía cuando ella y todos los perros del mundo peligran.

Una novela de espionaje, héroes y villanos de edificio, que hasta los perros leerían si pudieran hacerlo.
Nota periodística

Ilustraciones Pablo Pino
Publicado por Ediciones SM. 

GODOY

Sólo pude adoptar algunos de todos los perros vagabundos con los que me crucé. Y quizá no fue adoptarlos lo que me inspiró, sino todas aquellas veces en que no pude hacer nada con su soledad y pasé de largo.
Godoy es el símbolo de todos esos perros que me cruzaron, no solo en la calle, sino por dentro, y con él, mis recuerdos de la cortada de Bahía Blanca donde mi crié. 


Cuando Godoy llegó a la cortada, 
recién habían empezado las vacaciones de invierno. 
Y aunque todos estaban en sus casas para recibirlo, 
nadie lo esperaba.
Claro que entonces Godoy no se llamaba Godoy. 
En aquellos días, él era solo un perro de la calle. 
Sin casa y sin nombre.








Si partir un perro no es posible, quizá haya que aprender a compartirlo
"La cortada" es la primera novela de Godoy, un serie que traerá cola...
 
Ilustrada por Lucía Mancilla Prieto
Publicada por La Brujita de Papel
Reseña: http://blogs.infobae.com/cuentos-infantiles/2015/01/30/godoy/
Nota en La Nueva 

Peralta y yo


El autor no tolera a uno de sus personajes, le cuesta creer que alguien así viva en él y que encima pretenda protagonismo en sus historias. Pero dicen que si uno no puede contra su enemigo, lo mejor es unirse a él, y en eso se embarca este autor cuando se coloca a sí mismo como personaje de la ficción que escribe y comparte escena con su más insolente creación: Tigurcio Peralta.

Esta obra es un juego de metaficción, donde una novela se abrirá dentro de la novela. En ella, un escritor intachable negociará su escritura con Tigurcio, un verdadero desfachatado, que impone sus propias reglas en la imaginación. 

La obra llevará al lector detrás de escena para desde allí observar la creación literaria y ser testigo de hasta dónde un personaje puede impregnar la vida de su autor.

La novela terminará y el autor caerá en su propia trampa de creación. O quizá sea el lector quien caiga en la trampa del autor.

Una novela para lectores jóvenes y adultos publicada por SM en la Colección Gran Angular.

Peligro de extinción

“Estoy morido”. Así decía yo de chico cuando no sabía. Después supe y ya no me equivoqué más: entonces decía “me morí”. Ahí empezaba mi juego preferido: jugaba a estar muerto.
¡Bah! En verdad no empezaba ahí. El juego ya era divertido desde el momento en que yo elegía el lugar donde me iba morir: podía ser en mi propia cama cuando me iban a despertar a la mañana; o al lado de la heladera (que tenía ese poder de matarme por andar abriéndola descalzo); o en el patio de mis primos, mientras adentro todos jugaban a las cartas.
Después tenía que pensar en por qué me iba a morir. A veces aprovechaba los zamarreos de mi hermana, y en uno de los empujones me caía al piso y ya no me levantaba. Otras veces me hacía el muerto cuando tardaban mucho en venir a limpiarme la cola al baño; hasta que por fin alguien entraba a rescatarme de “este olor que mata” y me encontraba despatarrado en el inodoro, con medio cuerpo afuera y medio adentro.
 


Así comienza el cuento que le da nombre al libro. El libro en sí viene en una edición especial y limitada, de tamaño practiquísimo para que lleves en el bolsillo y, además de leerlo, puedas usarlo como apoya pava, abanico en el subte o visera en partidos de tenis.

Miedo suelto, gallinas...


ARÍSTIDES, EL ESQUELETO CON LOMBRICES
Arístides Lacúspide fue delgado de pequeño y, con el tiempo, lo fue más. Era tan pero tan flaco que en días soleados tenía que pasar dos veces para hacerse sombra.  Tan finito que algunos lo confundían con una radiografía. En la escuela lo usaban de modelo para estudiar los órganos del cuerpo humano: lo ponían a contraluz y él se transparentaba. A veces, incluso, se olvidaban de que era una persona de carne además de hueso, lo confundían con el esqueleto del colegio y lo guardaban en la biblioteca con los mapas. 
FERMÍN, EL DRÁCULA
Fermín es un tipo común salvo por su intolerancia al sol. De chico era tan blanco que su madre le ponía protector solar hasta para dormir. Y aunque le hubiera gustado jugar bien al fútbol, nunca le fue posible porque los rayos del sol lo encandilaban y no veía la pelota ni a dos metros de distancia. Así fue cómo se comió aquel pelotazo que le dio de lleno en la boca y le dejó los dientes a la miseria.   
ROBERTO, LA MOMIA
Roberto Miranda ama su trabajo de momia. Dice que es el único empleo del mundo en el que dormir un rato es parte de sus obligaciones.
Cuentan que de chico se levantaba en mitad de la noche y caminaba sonámbulo hasta el baño. Sus padres se daban cuenta porque a la mañana siguiente, Roberto amanecía con todo el rollo de papel higiénico enredado en el cuerpo.

Estos son solo algunos de los personajes del Tren del Terror que está en la cuerda floja. Bruna Marabunta quiere instalar Gallilandia justo en el tren donde los chicos guardan sus miedos.

Libro que pensamos, charlamos y escribimos junto a Silvia Schujer. Editado por Atlántida e ilustrado maravillosamente por Pablo Pino.