A cuatro escritores nos propusieron un juego: Imaginen que los animales del zoológico se enteran de que alguno de ellos será liberado. A lo mejor saben quién será el que se marche, a lo mejor no. Y entonces... ¿qué pensarán? ¿Cómo se sentirán? ¿Cuáles serán sus ilusiones, sus fantasías, sus sueños...?
Porque claro que los animales sueñan. Y los escritores, también.
Yo escribí Perropucho, el primer cuento de esta antología, que empieza así...
"Pucho nunca se olvidó de la primera vez en que estuvo encerrado. Lo habían metido dentro de una caja de zapatos y allí lo dejaron, junto a la boletería del zoológico.
Al final del día lo escuchó llorar Ernesto, el cuidador. “¡Pucha!”, dijo al ver que la caja se movía, y enseguida rescató al cachorro. ¡Era un machito! Y acurrucado en sus brazos, se lo llevó a la casilla donde él vivía, atrás de la jaula del león.
A partir de entonces, Pucho se convirtió en el perro del zoológico."
Al final del día lo escuchó llorar Ernesto, el cuidador. “¡Pucha!”, dijo al ver que la caja se movía, y enseguida rescató al cachorro. ¡Era un machito! Y acurrucado en sus brazos, se lo llevó a la casilla donde él vivía, atrás de la jaula del león.
A partir de entonces, Pucho se convirtió en el perro del zoológico."
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| Ilustración Diego Moscato |
De Elevé Ediciones Juveniles.